Las sociedades mejoran con las aportaciones de las personas. Y la mejor forma en la que cada uno aporta es desde sus talentos, desde aquello que naturalmente puede hacer bien o en lo que tiene capacidad para brillar. Trabajar para que el talento se materialice en rendimiento y se convierta en aportación común depende de nuestra actitud, de la visión que tengamos a medio y largo plazo, y de nuestra conciencia social.
Si la educación es obtener lo mejor de las personas, las pruebas de búsqueda y detección del talento han de ser un requisito de partida al abordar nuestra forma de educar. Los centros escolares tienen una situación privilegiada en este sentido y, con ello, una responsabilidad singular.
Desde Altas Capacidades Step by Step apostamos por la identificación del talento temprano en la escuela como mejor vía de desarrollo, entendido siempre como contribución.
Siendo la identificación un requisito para mejor adecuar la labor educativa a las necesidades individuales, es sólo el primer paso. Desarrollar y poner al servicio de otros las habilidades de cada uno tiene que ver con la sensibilidad de alumnos y docentes y, también, con la responsabilidad individual.
La Inteligencia Emocional abre la puerta a una forma de entender y conocer que permite la convivencia productiva y el desarrollo personal en todos los planos. Conocer mis necesidades, ser receptivo a las de otros, comunicarme, pedir y aceptar, permite que la contribución de cada cual tenga valor para el conjunto.
Para que el aprendizaje se desarrolle y la necesidad de crecer de las personas se vea satisfecha plenamente es necesario un entorno libre de juicio en el que cada uno pueda expresar y ser. La Educación Emocional proporciona ese espacio de bienestar en el que el reconocimiento del otro es la base de la aceptación de cada uno, la gestión de conflictos un ejercicio de exploración de oportunidades y la comunicación una fuente de enriquecimiento común.
Hoy presentamos un nuevo proyecto, Inteligencia Emocional Step by Step, desde el que apostamos por la implantación de la Educación Emocional en las aulas como núcleo de formación, pero también como vía de expansión a un entorno social más amplio, en el que se encuentran involucrados alumnos, docentes y no docentes, familias y Administración para una mejor gestión de recursos (desarrollo del talento) y un mayor bienestar de las personas.
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